Dos tercios de la radiación que recibimos provienen de los móviles, teléfonos inalámbricos y sistemas WiFi.
Según
muchas investigaciones, la legislación española es muy permisiva con
los niveles de contaminación eléctrica y magnética, y está muy alejada
del principio de precaución. Por otro lado, aunque entre la población
existe una creciente preocupación por los problemas ocasionados por
líneas de alta tensión, grandes transformadores o antenas de telefonía,
no ocurre lo mismo hacia otros aparatos domésticos y cotidianos
(móviles, inalámbricos y WiFi) que, paradójicamente, nos irradian en
mayor proporción que las grandes instalaciones.
Contaminación electromagnética de baja frecuencia
En
un principio, la problemática de contaminación electromagnética (CEM)
se centraba en las ondas de baja frecuencia (contaminación eléctrica y
magnética) de las líneas eléctricas de alta tensión (LAT), las grandes
estaciones y subestaciones de transformación y, con el tiempo, también
de los transformadores de zona o barrio instalados en plantas bajas o
sótanos de colegios, viviendas o edificios comerciales. La exposición a
la baja frecuencia, que se mide en voltios por metro (contaminación
eléctrica) y en microTeslas o miliGaus (la magnética), afecta
fuertemente a un sector de la población que vive cerca o directamente
encima o debajo de estas fuentes de emisión, pero sigue siendo
relativamente desconocida para la ciudadanía en general.
Como
excepción, algunas LAT, sobre todo en su modalidad de grandes
autopistas eléctricas de nuevo trazado, han dado lugar a importantes
movilizaciones ecologistas y ciudadanas y han tenido eco entre la
población en general, incluso en el medio rural, debido a su enorme y
visible afectación a ecosistemas y paisajes. Algunas movilizaciones han
logrado modificar trazados o incluso proyectos enteros; otras siguen
reivindicando la protección de la salud y el medio ambiente y agrupan a
sectores significativos de la población en zonas determinadas. Para los
ecologistas, los grandes proyectos de LAT son un problema prioritario,
que entronca también con los macro-modelos de generación y transporte de
energía y sus servidumbres ambientales y climáticas. En la última
década, las grandes estaciones y subestaciones ubicadas en entornos
urbanos también han protagonizado importantes movilizaciones en defensa
de la salud y la calidad de vida de barrios y pueblos enteros (p. ej. la
subestación eléctrica de Patraix).
Por
el contrario, los pequeños y discretos transformadores urbanos de
barrio o zona, de los que hay aproximadamente uno en cada manzana, pasan
desapercibidos. Pocas personas están informadas de los riesgos que
entrañan estas instalaciones pegadas a sus viviendas, escuelas o centros
de trabajo, sobre todo para los menores y embarazadas. Por último,
tenemos las diversas fuentes de contaminación eléctrica y magnética
generada por instalaciones de baja tensión y determinados aparatos que
utilizamos en nuestros hogares y centros de trabajo (diseño del circuito
eléctrico, falta de toma de tierra, canceladoras y arcos magnéticos,
dispositivos antirrobo, frigoríficos, cocinas de inducción, camas
articuladas, etc.).
El
reconocimiento oficial a nivel internacional del potencial nocivo de la
contaminación de baja frecuencia está relativamente avanzado [2].
Sin embargo la legislación vigente en el Estado español, tanto laboral
como doméstica, es tan permisiva con los niveles de contaminación
eléctrica y magnética que no protege del riesgo del que nos alertan las
investigaciones científicas. Actualmente se permiten niveles de hasta
500 microTeslas en entornos laborales y de hasta 100 en los
residenciales, mientras que los científicos independientes recomiendan
no superar 0,1 microTeslas, sobre todo en entornos donde hay menores de
seis años y embarazadas. Los casos de grave afectación e incluso muerte
reflejados en algunos medios de comunicación [3]
han despertado cierto interés público y dejado su impronta en los
tribunales en relación con esas afectaciones concretas. Pero aunque se
han adelantado reivindicaciones de modificación de la legislación
estatal, no se ha logrado avanzar mucho en ese ámbito.
Ante
la dificultad de lograr cambios significativos en la legislación
estatal, los grupos ecologistas y asociaciones de afectados, guiados por
la mayor eficacia inmediata de la actuación local, recurrimos a los
Ayuntamientos para elaborar normativas urbanísticas más en línea con las
leyes y prácticas de otros países (distancias residenciales o escolares
a LAT o subestaciones, soterramiento, trenzado o blindaje de LAT y
cables del tendido eléctrico adosados a fachadas, reubicación de
transformadores de barrio, modificación de elementos puntuales de
centros y zonas públicas, etc.).
Como
estrategia defensiva, reivindicamos de las autoridades municipales y
organismos especializados medidas urgentes de protección, mientras
proseguimos como ecologistas el largo periplo de conseguir leyes
garantistas a nivel autonómico y estatal para regular la industria
eléctrica y sus derivados.
Pero
son necesarias también campañas y medidas más directas, ya que las
personas que viven pegadas a instalaciones menos conspicuas que las
grandes LAT (transformadores y otras instalaciones bajo escuelas y
viviendas) o que pasan largas horas junto a determinados dispositivos en
su trabajo o vivienda corren un grave y comprobado riesgo por
exposición de baja frecuencia. En consecuencia, tenemos la
responsabilidad moral y social de informar a las asociaciones de
vecinos, sindicatos, asociaciones de consumidores y demás grupos
ciudadanos de las posibles afectaciones en viviendas, empresas y centros
de enseñanza y de posibles medidas de protección, sobre todo en el caso
de los grupos más vulnerables.
Contaminación electromagnética de alta frecuencia de microondas pulsantes
En
relación con las microondas, la primera preocupación que movilizó a
grupos ciudadanos y vecinales, dando lugar a las asociaciones de
afectados/as, fue la generada por las antenas de telefonía móvil. Las
antenas afectan fuertemente a los vecinos/as y centros escolares que se
encuentran directamente en su haz de emisión a determinadas distancias.
Para las personas afectadas directamente por las radiaciones, la
exposición generada por las antenas es un riesgo notable para la salud,
por la cercanía a sus viviendas y a los colegios de sus hijos/as, y
porque, por desgracia, van comprobando que con la exposición prolongada a
las radiaciones, por pequeñas que sean en comparación con los límites
legales, los efectos son cada vez más graves y generalizados [4].
A
pesar del muro de silencio mediático sobre las movilizaciones de
afectados y las advertencias de los científicos independientes, las
personas con mayor conciencia ambiental empiezan a plantearse que habría
que hacer algo para proteger la salud. Pero, cuando uno no se siente
afectado directamente, la prioridad de esta preocupación es baja frente a
otros temas como la crisis económica, el paro, una vivienda asequible o
incluso el cambio climático, temas todos ellos que reciben una atención
oficial y mediática que se le niega a la CEM.
Para
la mayoría de la población, el problema de la CEM es algo que afecta a
otros –los vecinos que se movilizan por un exceso de cáncer en su barrio
o los padres con colegios afectados–. Las movilizaciones contra
estaciones base de antenas tienden a circunscribirse a determinados
barrios y centros escolares, impulsadas por la aparición de grupos de
afectados. Se logran éxitos parciales y retiran antenas y estaciones
base, pero, al reducirse la amenaza más conspicua del monstruo en el
tejado, empieza la desmovilización social y se pierde el impulso.
A
veces, se logra que la labor de defensa puntual genere suficiente
consenso político para conseguir ordenanzas municipales garantistas que
impidan el despliegue caótico de las fuentes de radiaciones. Ante una
ley estatal (Real Decreto 1066/2001 y siguientes) que concede patente de
corso a las operadoras de telefonía, la actuación municipal, en
legítimo ejercicio de sus competencias urbanísticas reconocidas en
sentencias incluso del Tribunal Supremo, se perfila como una vía legal
de emergencia para la defensa colectiva de la salud.
Desde
las asociaciones vecinales, ecologistas y de afectados, en su mayoría
agrupadas en la Plataforma Estatal contra la Contaminación
Electromagnética, promovemos tanto la elaboración de ordenanzas
protectoras a nivel municipal como la reforma de las leyes estatales
vigentes en aplicación del Principio de Precaución (reducción drástica
de los niveles de exposición, incluso hasta niveles en que no haya
efectos biológicos, distancias de precaución, mediciones en tiempo real
de los niveles de exposición, establecimiento de zonas blancas, etc.) [5].
Para
el resto de la población las antenas de telefonía móvil son un factor
de riesgo conocido, pero más abstracto. Parece que estamos ante un
fenómeno Nimby [6],
“que no me la pongan enfrente de casa”. Si lo hacen, igual me movilizo;
pero me cuesta ir más allá. Y, lamentablemente, sigo sin ver la
conexión entre mi consumo de productos inalámbricos y la proliferación
de antenas por todas partes.
Efectivamente,
la población en general no relaciona su consumo de tecnología
inalámbrica con los aspectos más denostados de la industria como son las
antenas, y el mensaje de precaución apenas cala en los hábitos
cotidianos y, por supuesto, no cobra impulso político suficiente. La
mayoría de la población sigue consumiendo tecnología inalámbrica sin
mayor preocupación: cambian de modelo de móvil y se apuntan a planes de
consumo intensivo, regalan móviles a niños/as y adolescentes, instalan
WiFi en su casa y lo dejan encendido día y noche aunque no se use, pasan
horas utilizando su inalámbrico casero, se desentienden de que se
instale WiFi en las aulas de sus hijos/as, etc.
Tampoco
se ha cobrado conciencia de cuánto han aumentado el despliegue de
antenas camufladas en falsas chimeneas, árboles, farolas, anuncios, etc.
y la exposición generalizada a la contaminación de microondas. Se
procura no pensar en lo que se ha oído sobre su posible relación con el
aumento del cáncer –que es lo que más llega de todos los posibles
efectos nocivos a largo plazo–; y se llega incluso a considerar molestas
a las personas o grupos que nos intentan advertir de la gravedad de la
situación. Estamos ante una desconexión [7]
planificada por la propia industria y sus valedores y consentida, si no
fomentada, también por los poderes públicos y los medios de
comunicación. Así, la industria prosigue su marcha triunfal hasta el
interior de nuestros propios hogares designados como dominio público
radioeléctrico, sin dejar así espacio alguno libre de unas radiaciones
cada vez más nocivas.
Principales fuentes de CEM de alta frecuencia que nos pasan desapercibidas
Se
calcula que un tercio de la contaminación electromagnética a la que hoy
está expuesta la población proviene de antenas o estaciones base de
telefonía móvil instaladas legal e ilegalmente y camufladas por doquier
en nuestras ciudades. El problema es muy grave para la salud de los
afectados más directos y la de personas electrohipersensibles (EHS).
Además, como ecologistas, no podemos olvidar sus consecuencias para el
medio ambiente en general. Cada vez más, la población y el medio rural
soportan instalaciones de desmedida potencia contra las que se oponen
grupos de afectados, mientras se agrava la problemática de especies como
las abejas y otros animales [8].
Pero
el asunto no se limita a las famosas antenas: dos tercios de la
exposición que hoy sufrimos provienen de fuentes que nos están pasando
desapercibidas [9].
Tienen que ver con nuestros propios comportamientos de consumo
electromagnético, con el diseño de nuestras viviendas y los hábitos de
uso de determinados dispositivos. La buena noticia es que, a diferencia
de las antenas de los tejados, el control de estas fuentes está en
nuestras propias manos como colectivo de usuarios y vecinos. Los
ciudadanos podemos decidir directamente, sin necesidad de ningún cambio
de normas o leyes, no irradiarnos ni contaminarnos tanto a nosotros
mismos y nuestras familias como a nuestros vecinos. Por ello, los
ecologistas y afectados tenemos que acabar con esa desconexión que
atomiza e imposibilita el avance del movimiento de defensa ciudadana
ante la grave amenaza sanitaria y medioambiental que sufrimos. Tenemos
que conectar la contaminación electromagnética que amenaza el futuro de
todos los seres vivos con los hábitos de consumo inalámbrico a los que
nos hemos hecho adictos inducidos por su comodidad y la propaganda de
avance tecnológico predicada por todos los medios.
El
móvil, los teléfonos fijos inalámbricos (DECT) y el WiFi doméstico e
institucional, son las principales fuentes de emisión que generan los
otros dos tercios de la contaminación de alta frecuencia de microondas a
la que nosotros mismos nos exponemos diariamente sin saberlo. Aunque su
impacto sobre nuestra salud es tremendo, los aparatos se comercializan
sin información sobre sus radiaciones y sin garantías de control ni
instalación. Por ello, la labor más urgente es de información y
organización de campañas de compromiso ciudadano de uso racional y para
no irradiarse mutuamente. A la par se puede ir generando impulso para
que las organizaciones de consumidores y las autoridades sanitarias
prohíban los modelos y modalidades de uso más contaminantes y
peligrosos. Estos tres dispositivos requieren de los ecologistas una
reflexión sobre nuestro enfoque de la labor contra la CEM:
1.
– Los teléfonos fijos inalámbricos, DECT, que tenemos en los hogares o
dentro de comercios, oficinas y talleres son sistemas que comunican una
base central con varios supletorios y con el auricular o auriculares sin
conexión por cable, mediante la emisión constante de microondas. Esta
emisión continua, aún cuando no se usan, su cercanía a las personas y
sus potentes niveles de emisión, hacen que los teléfonos DECT resulten
más peligrosos para la salud que el propio móvil y que generen niveles
de exposición decenas de veces mayores que las antenas de los tejados a
poca distancia. Además, son un grave problema de contaminación pasiva
porque sus radiaciones traspasan paredes y llegan con gran fuerza
también a viviendas contiguas. Sin embargo es sencillo limitar los
efectos de esta peligrosa fuente de CEM. Mientras se trabaja por lograr
una regulación o prohibición de su uso, el usuario informado,
individualmente o mediante acuerdos de comunidades enteras de vecinos,
directivas sindicales, municipales, etc., puede reducir o eliminar su
uso.
2-
Los sistemas de conexión a Internet por WiFi, aunque emiten con menos
potencia, suelen dejarse conectados constantemente y generan emisiones
notables por partida doble, tanto desde el router o punto de acceso como
desde el propio ordenador o portátil. La alternativa sanitariamente
segura y más avanzada tecnológicamente es el cableado desde el router
hasta los ordenadores. Aunque las redes de fibra óptica suponen un coste
mayor, su instalación es una inversión en salud y tecnológicamente
sensata.
Los
sistemas WiFi que los gobiernos están empeñados en instalar en las
aulas de primaria son los más preocupantes, porque su imposición afecta a
menores que se encuentran en etapas críticas de su desarrollo biológico
y por sus particulares efectos cerebrales y cognitivos [10].
Puesto que existe la alternativa del cableado, no hay razón alguna para
no aplicar el Principio de Precaución –establecido por la Agencia
Europea de Medio Ambiente como principio regente de toda la normativa
europea de medioambiente y salud– y prevenir en lugar de lamentar con
nuestros hijos/as.
Los
sistemas de WiFi generalizados en centros públicos, bibliotecas, casas
de cultura, transporte público, parques, plazas y ciudades enteras
(WiMax) son también un grave motivo de preocupación por constituir otra
potente fuente de contaminación de microondas con especiales efectos
cerebrales y cognitivos y afectación preferente a menores y personas de
edad avanzada que son los que más horas pasan en estos espacios.
No
se puede someter a una irradiación masiva y continuada sin su
consentimiento a toda la población, para que unas cuantas personas
puedan conectarse a Internet a capricho. Tenemos que defender un espacio
público libre de radiaciones innecesarias. Los actuales despliegues
generalizados de sistemas inalámbricos son un verdadero atropello a
nuestro derecho a la salud y es necesario mantener una campaña sostenida
de información y movilización ciudadana contra ellos. Como medida
urgente, reivindicamos zonas blancas libres de CEM que garanticen un
cierto nivel de protección a los grupos más vulnerables (zonas sensibles
como escuelas, hospitales, parques, plazas, bibliotecas, etc.).
3-
Las personas que hoy se irradian alegremente por el uso incontinente de
su propio móvil deben tener acceso a la información sobre los riesgos
de que nos alertan los científicos independientes y sobre unas medidas
básicas para reducir su exposición. Además, el usuario del móvil debe
tomar conciencia de que no tiene derecho a generar libremente los
niveles de contaminación pasiva que hoy impone al resto de los
ciudadanos. Hay que emprender campañas de uso racional del móvil en
privado, pero también el respeto al derecho de los no usuarios a no ser
irradiados en espacios públicos, sobre todo en los cerrados y en
vehículos [11].
Un objetivo urgente es regular la utilización de móviles y WiFi en el
transporte público (ni tabaquismo pasivo ni irradiación pasiva).
Por
último, tenemos que informar sobre la grave situación del creciente
colectivo de personas electrohipersensibles (EHS). No sólo como si las
personas EHS fueran algo parecido a una especie amenazada de extinción
–que lo somos, de absoluta marginación social y laboral, con graves
consecuencias para nuestra salud psíquica y fisiológica–, sino también
porque somos el proverbial canario en la mina que alerta del futuro
probable de la mayoría de la población. El 50% de la población europea
sufrirá algún nivel de EHS para 2017 según cálculos de reputados
científicos [12], si no conseguimos frenar el implacable despliegue de cada vez más y más potentes fuentes de irradiación de alta frecuencia.
Todavía
estamos a tiempo de dar información a la ciudadanía para que haga un
uso racional de los sistemas inalámbricos, en general más acorde con el
Principio de Precaución y se movilice en defensa de la salud. Esto es lo
que se pide en la Resolución del Parlamento Europeo de 2 de abril de
2009 que fue aprobada por 559 votos a favor y 22 en contra [13].
Como ecologistas tenemos la obligación moral y social de dar la
prioridad que se merece a este problema que muchos científicos ya
consideran como uno de los más acuciantes que tiene actualmente la
humanidad por su alcance y riesgos para todos los seres vivos y el medio
ambiente.
Irune Ruiz, Sagarrak-Ekologistak Martxan. Revista El Ecologista nº 68
Articulo publicado en la revista y la web de Ecologistasenacción
Se puede completar la información sobre los CEM y su influencia en la salud, en las paginas web:
www.avaate.org / www.next-up.org / www.bioinitiative.org
NOTAS
[1] Manifiesto de Llagostera, 2003 http://www.nodo50.org/ecologistascl…
[2] Está reconocida como Cancerígeno 2B por la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer.
[3] http://www.dsalud.com/index.php?pag… sobre
las actuaciones de la Fiscalía de Medio Ambiente de Madrid en relación
con los centros de transformación de Majadahonda y Móstoles; http://www.dsalud.com/index.php?pag… sobre los centros de transformación de Argüelles, Móstoles, Mahadahonda y Patraix (Valencia);http://www.dsalud.com/index.php?pag… la
batalla legal en torno a la muerte por leucemia del niño de cinco años
Jairo Montilla, que residía encima de un transformador de zona en
Gandía, Alicante.
[4]
Para consultar los estudios científicos, artículos y noticias sobre la
CEM de alta frecuencia de microondas y de baja frecuencia de la
industria eléctrica, recomendamos las secciones CEM de diversas webs de
Ecologistas en Acción, así como las webs de afectados www.covace.org, http://asanacem.blogspot.com/ ywww.avaate.org, etc. También como www.next-up.org (en francés, pero con materiales en inglés y castellano también) y http://www.powerwatch.org.uk/ (en inglés).
[5]
Véanse al respecto los Criterios de Trabajo sobre CEM de Ecologistas en
Acción y el Manifiesto de la Plataforma Estatal contra la CEM (www.covace.org).
[6] Not In BackYard (No en mi patio trasero).
[7]
Ver el reciente libro publicado por la investigadora estadounidense
Devra Davis (Dutton, Penguin Group, 2010) titulado precisamente
Disconnect.
[8] Ver los estudios de Alfonso Balmori sobre la afectación a diversas especies animales, así como a la flora en www.avaate.org.
[9]
Hay otras fuentes de emisión de microondas sobre las que también es
necesario informar a la población, como son los hornos de microondas,
los sistemas de vigilancia de bebés y las bombillas de bajo consumo.
[10]
Además, generarían en los centros escolares exclusión y marginación
social (embarazadas, menores y adultos con determinadas enfermedades
crónicas como fatiga crónica, fibromialgia, cáncer, epilepsia, diabetes,
hiperactividad y déficit de atención y de las personas
electrohipersensibles).
[11]
Para localizar las antenas, los móviles emiten potentes microondas
incluso en espera. Cuando se está en locales con poca cobertura
(ascensores, sótanos, espacios cerrados, vehículos en movimiento, etc.)
tienen que forzar las emisiones para sintonizar con la estación base que
le atienda. Así, las emisiones pueden adquirir incluso potencias
superiores a las de una antena a corta distancia cuando se habla con el
móvil en vehículos metálicos o recintos cerrados. Los recintos metálicos
tienen también un efecto horno de microondas que agravan la exposición
de las personas que están dentro. Un efecto continuado sobre la masa
encefálica origina problemas, pero incluso a corto plazo estas emisiones
en lugares públicos (transporte, centros cerrados, etc.) afectan
gravemente a las personas electrohipersensibles y les marginan de la
vida social y laboral.
[12] Letter to the Editor: Will We All Become Electrosensitive? Örjan Hallberg and Gerd Oberfeld, Electromagnetic Biology and Medicine, 25: 189–191, 2006
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