miércoles, 25 de mayo de 2016

Déjales jugar

“Déjale a ver qué pasa”, me dije cuando Bertha se alejaba un poco más de lo normal de mi. Ella gateaba por el parque y se alejó llamada por su instinto a descubrir. Mi primera reacción interna hubiera sido llamarla para que volviera pero la dejé continuar. Llegó a la pared, se puso de pie y observó durante un rato muy interesada, sonriente y sin necesidad de mi presencia. Yo me pregunté: ¿Qué hace?

dejales jugar


Si: JUEGA! Como dice una de las partes de la definición del juego infantil: “… El juego entraña el ejercicio de autonomía y de actividad física, mental o emocional, y puede adoptar infinitas formas…”* Para Bertha ese día fue una preciosa y gran pared amarilla; no siempre encuentran el juego en aquello que nosotros creemos que hay juego…

Por eso: “Déjales jugar” me repito internamente cada vez que siento la intención de interferir en el juego de mis hijos para pedirles algo, para decirles que no se vayan muy lejos, para preguntarles algo que a mí se me antoja, para ayudarles o facilitarles el hacer algo…. ¿No te ocurre?

“Déjales jugar” me repito, aunque no siempre consigo pararme a tiempo o la circunstancia no me lo permite, pero cada vez que consigo frenar mi impulso adulto y me paro a contemplar la escena desde una cierta distancia, me sorprendo del regalo que me brindan: una escena única e impagable de la vida de mi hijo en la que se encuentra inmerso en su mundo, tal cual es y tal cual siente. Me regalan el conocer su interior, su necesidad, su esencia de niño.

Cuantas veces habré cortado su cuento, su discurso, su juego… No es menos importante esta necesidad intrínseca del niño pero muchas veces se la arrebatamos sin darnos cuenta… ¿Verdad?

Jugar es desarrollo, es descubrir, es conocer, es aprender, ES CRECER y para ello necesitan nuestra confianza, su espacio y su tiempo sin interferencias. Por eso, piensa, observa y: “Déjales jugar”


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