A continuación presentamos los 5 errores más habituales en las organizaciones educativas que intentar cambiar e innovar, extraídos todos de casos reales contados por compañeros profesores o directores escolares, de instituto o universitarios:
1. No se comprende que la innovación parece muchas veces una herejía
¿A
qué profesor que intente introducir cambios reales no le han
cuestionado, aislado e incluso amonestado? Son muy pocos los
profesionales del aprendizaje que han contado con la oportunidad y el
apoyo de una comunidad entera, especialmente de la dirección,
comprometida con el cambio. Algunos colegios, institutos y
universidades deberían comprender que hacen publicidad engañosa cuando
dicen que tienen la innovación como valor, pero después
amonestan a los profesores que se alejan de las prácticas educativas
tradicionales. La innovación muchas veces parece una herejía y los innovadores son vistos como herejes por los conservadores que aún siguen pensando que las únicas soluciones posibles están en el paradigma anterior.
A
la profesora X le insistieron durante su entrevista de trabajo en un
colegio privado que buscaban profesores muy comprometidos con la
innovación. Sin embargo, desde un principio le reprendieron que sus
alumnos se rieran estrepitosamente en el salón, que los sacara al
pasillo a hacer dinámicas durante la clase y que les dejara decidir a
ellos el método de evaluación de la asignatura. Hasta que un día se lo
prohibieron definitivamente. X entró a trabajar al colegio muy
entusiasmada, pero se ha ido desindentificando con él progresivamente y
ahora se siente desmotivada y quemada.
2. La innovación no consiste en utilizar nuevas tecnologías y ya
Esta es una confusión muy habitual, pensar que introduciendo ipads o herramientas digitales a la clase ya estamos innovando. La innovación no consiste en la tecnología sino en cómo se usa. Profesores que utilizan nuevas tecnologías para dar la clase de siempre no están innovando. Por eso muchas escuelas y universidades están utilizando herramientas muy poderosas, pero no ha cambiado absolutamente nada,
porque están desaprovechando todo su potencial al no permitir que
transformen las prácticas tradicionales y las sustituyan por la nueva
forma de aprender que implican estas herramientas digitales.
En
el colegio Y repartieron ipads para todos los alumnos y profesores…
pero está prohibido que utilicen internet. Cuando los alumnos hacen
alguna tarea en un app de su ipad, tienen que pasar de uno en uno con la
profesora para que ésta lo corrija porque no pueden compartirlo con
ella sin internet. Les desconectan en la era de la desconexión, y así aseguran que les están preparando para su futuro.
3. La innovación depende más de una cultura organizacional que de una decisión puntual
Las
empresas innovadores han generado culturas abiertas y flexibles, en las
que trabajadores empoderados colaboran horizontalmente con líderes que
saben generar espacios de participación, involucrar a toda la comunidad y
entusiasmar con una visión compartida del cambio. Las organizaciones educativas, sin embargo, pretenden ser innovadoras manteniendo estructuras jerárquicas piramidales y estilos de liderazgo autoritarios. La
innovación no está reñida con la disciplina (generada asertivamente,
empoderando a las personas), pero sí con el autoritarismo. Los valores no se cumplen porque lo repitamos mil veces, sino porque los vivamos en el día a día.
En
el instituto W los alumnos llevan uniforme color azul marino. Está
prohibido el uso de complementos como gorras o de calzado que sea
zapato. Hay reglas que regulan el tipo de peinado que pueden llevar los
alumnos. Los profesores van con traje y corbata como requisito
obligatorio. Las paredes son de color blanco y los carteles se limitan a
las áreas habilitadas para ello. Las sillas están ordenadas en hileras
impecables. En la publicidad del instituto se asegura que su misión es
“generar profesionales innovadores, que aporten nuevas soluciones para
transformar la sociedad positivamente”.
4. La innovación lo es por aportar valor de una forma diferente a alguien
Innovar
no es hacer cosas nuevas, divertidas, creativas, diferentes o
espectaculares sin más. La innovación es un cambio, una forma nueva de
hacer las cosas, una mezcla de cosas que no se había dado antes… que aporta valor al alumno, al proceso de aprendizaje, a la comunidad educativa, a la comunicación, a la organización,
etc. La innovación cubre una necesidad educativa de forma más eficiente
que antes, y el usuario (alumno, profesor, directivos, administrativos,
etc.) lo encuentra útil y por eso lo usa. Si tienes
que meter con calzador una “innovación” para que tus alumnos la usen y
al final la acaban odiando, no es una innovación, es una imposición, por
muy nueva que sea.
El
profesor B se considera muy innovador porque utiliza Twitter en sus
clases. Obliga a los alumnos a abrir una cuenta y twittear enlaces sobre
una serie de temas, utilizando determinados hashtags. El profesor no
entiende por qué los alumnos hacen su tarea de Twitter a última hora,
rápido, sin ganas, sin entusiasmo y con el mínimo esfuerzo. La mitad de
las veces tiene que amenazarles con una sanción para que lo hagan.
5. La innovación tiene que ver más con las personas que con los procesos
Las
empresas innovadoras invierten mucho tiempo u otros recursos en
gestionar el cambio de manera eficaz (comunicación bidireccional,
empoderamiento, sentimiento de pertenencia, participación, etc.). Las organizaciones educativas toman decisiones desde arriba y se limitan a informar hacia abajo del cambio,
esperando que éste se produzca milagrosamente. Cuando no lo consiguen,
diseñan cientos de procesos rígidos y se limitan a revisar que se
cumplan, olvidando que lo importante son las personas que tienen que realizar esos procesos, y la convicción, el compromiso, el entusiasmo y el sentido con que los realizan.
En la universidad Z se invirtió mucho dinero en implementar una plataforma digital que fue anunciada como la octava maravilla educativa,
que transformaría por completo el aprendizaje y la comunicación dentro
de la universidad. No se consultó a ningún docente antes de decidir su
uso. El día que se comunicó, la información fue unidireccional y duró
menos de 5 minutos. La “capacitación” sobre el uso de la plataforma fue
exclusivamente técnica y duró menos de 5 minutos. Un año después, más del 90% de alumnos y profesores la odia.
Muchos no le han encontrado sentido al cambio. La utilizan lo menos
posible y no ha producido ningún cambio relevante dentro de la
organización, más allá de la resistencia que ha generado en todos. La
dirección sigue sin comprender el motivo, lo achaca exclusivamente a la
irresponsabilidad de los profesores.
La gente no innova por obligación, sino por entusiasmo. La gente no innova en contextos rígidos y cerrados, sino en organizaciones abiertas y participativas. Cuanto antes comprendan esto las organizaciones educativas, antes dejará la innovación de ser un simulacro y se convertirá en una realidad.
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