El
sistema educativo español aún no se ha dado cuenta de que la
neurociencia avanza a pasos agigantados y poco se está haciendo por
tratar de ajustar las enseñanzas de los niños a los nuevos conocimientos
de neuropsicología. Pero esto pasa porque, seguramente, los
legisladores apenas conocen esta nueva ciencia y no se ponen al tanto de
los apasionantes descubrimientos que en los diez últimos años están
teniendo lugar.
En
más de tres décadas en contacto directo con el ámbito educativo, no he
conocido profesores que tuvieran nociones sobre cómo funcionan ambos
hemisferios cerebrales en los niños, y cómo se podía sacar el mayor y
mejor potencial de la estimulación y combinación de ambos. Tampoco tengo
conocimiento de que se recoja, a modo de información o guía en los
libros de texto,… será porque las diferentes leyes, tampoco lo han
contemplado,… seguramente es algo desconocido para muchas editoriales y
para muchos (¿o casi todos?) los legisladores educativos.
Y
es que, a día de hoy, ya sabemos (por estudios que comenzaron eminentes
neuropsicólogos como Luria, Benton, Bandura, y más recientemente A.
Damásio, o el neurocientífico Dan Siegel, y otros muchos) que no hay
necesidad de bombardear con contenidos a los niños para que aprendan.
Es más importante el vínculo de apego (término
que en psicología se usa para describir la relación del niño con sus
cuidadores-educadores y que le provee de seguridad emocional cuando es
aceptado y protegido incondicionalmente, y cuyas vivencias pasan por la
amígdala cerebral, centro de las emociones), que los estímulos de
aprendizaje en sí, puesto que un niño está a la expectativa del entorno,
aprendiendo constantemente sin necesidad de parcelar su conocimiento en
áreas cerradas y horarios rígidos.
Los
docentes y, en general, los profesionales que trabajan en educación,
debieran tener presente constantemente que el hemisferio izquierdo es el
del razonamiento lógico, la planificación, las matemáticas, atención,
memoria a largo plazo, lenguaje…
El
hemisferio cerebral derecho alberga la imaginación, la intuición, la
comprensión, el sentido artístico, la creatividad, la genialidad, la
síntesis, la música,…
Y
lo bueno es que ambos hemisferios están conectados a través del cuerpo
calloso, pero no se suelen estimular a la vez. Si hiciéramos esto, el
rendimiento de los niños y de todas las personas sería mucho mayor. Pero
si los adultos lo desconocemos,… ¿cómo inculcarlo en los niños?, ¿Cómo
organizar el contenido de lo que queremos transmitir (lado izquierdo)
con lo que sentimos y pensamos? (lado derecho)… Porque el orden en el
que pensamos y decimos las cosas hace que el cerebro las comunique y
entienda de forma diferente. Todos sabemos que no es lo mismo un viejo amigo que un amigo viejo,…
pero es que hay muchas más expresiones importantes que apenas
advertimos y que condicionan el mensaje. Y múltiples situaciones en el
aula que solo se ven desde un hemisferio, habitualmente el izquierdo.
Como
los adultos hemos perdido gran parte de nuestra capacidad de asombro
por las pequeñas cosas y las maravillas que nos rodean, (usamos más el
cerebro izquierdo, y nos jactamos de ello), nos da la impresión de que
los niños perciben igual el mundo, pero no es cierto, porque ellos van
descubriendo y asombrándose cada día con nuevas imágenes y matices de
las cosas, la naturaleza, las personas y las relaciones (los niños
utilizan más la parte derecha del cerebro). Y seguimos matando la
capacidad de descubrimiento e introspección al dar casi todo por
supuesto y al estar condicionados por nuestro ritmo frenético de
adultos, y apenas nos maravillamos ante el cambio de la naturaleza en el
transcurrir de las estaciones. Pero los niños viven en esa dimensión
mental de asombro (cerebro derecho), que es la más rica fuente de
aprendizaje.
Y podemos preguntarnos,… ¿qué puede hacer un sistema educativo en este caso?
Pues muchísimo, porque los niños pasan bastantes horas en los centros
educativos, lugar al que se va a aprender y no debemos olvidar que
aprenden por descubrimiento, con su maravillosa fantasía, dirigidos por
una disciplina acorde a la edad.
Y
es que, a través del asombro, de la sorpresa, de la fascinación
(cerebro derecho), el niño sintoniza con el mundo y con su entorno y, si
le permitimos asombrarse, tenemos gran parte de la motivación ganada y,
así, es mucho más fácil interiorizar los aprendizajes y que realmente
sean válidos y significativos en su vida. Y no solo unos conocimientos
memorísticos (cerebro izquierdo), muchas veces inconexos que, en escasas
ocasiones, les permiten descubrir cómo es el mundo a su alrededor. Y,
en realidad, todo esto no es difícil. Muy al contrario, es la forma
natural de aprender y debiera ser la forma natural de enseñar, porque
son capacidades innatas en el ser humano.
Los
adultos somos los intermediarios entre los niños y el mundo, se
asombran de cada cosa que les enseñamos, que les contamos, que les
ayudamos a descubrir.
Con
tanto bombardeo de nuevas tecnologías (muy útiles y necesarias, sin
duda, pero no la única fuente de conocimiento), los niños están
demasiado en contacto con las máquinas, siendo algo que les va a
acompañar el resto de sus vidas y las van a dominar con mucha
facilidad,… pero quizá no sea tan fácil desarrollar el pensamiento
crítico, la socialización, la solución de conflictos, las artes, el
aprendizaje por descubrimiento,… si no somos capaces de inculcárselo
desde bien pequeños. A partir de los 8 años, si no hemos hecho esto
antes, prácticamente habremos perdido el tren.
Así
que muchas innovaciones educativas que pasan por poner más ordenadores
en las aulas, puede que no sean tan innovadoras si se dejan de lado los
auténticos aspectos necesarios en el desarrollo del ser humano en sus
primeros años de vida. Los legisladores debieran conocer esto, también
los docentes para reflexionar y comenzar a dar más peso específico a lo
verdaderamente importante.
Mientras
avancemos en el uso de la tecnología y no lo hagamos de forma paralela
en el conocimiento del ser humano, la neuropsicología, los hemisferios
cerebrales y lo que albergan, la capacidad de la mente, las relaciones,
las emociones,… y no aprendamos ni enseñemos a decidir a la vez con la
cabeza y el corazón, creando un sólido vínculo de
apego, no estaremos acertando, sino abriendo una brecha cada vez más
grande en el planteamiento de una educación integral, holística, que
eduque a los niños en descubrir todo lo que llevan dentro con el
objetivo de autorrealizarse, siendo felices y útiles a la comunidad en
la que les ha tocado vivir.
Así
que, para empezar, se hace absolutamente necesario un poco de formación
sobre neuropsicología y educación para asesores y legisladores
educativos, editoriales, políticos del ramo, docentes, padres,… y toda
la colectividad educativa.
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